En la prescripción, ¡hermanos!
Como en todo acto de ilusionismo, aquí no importa la razón sino el resultado. Esa parece ser la apuesta de don Alejandro Toledo, el expresidente y ahora candidato en 2016, quien ha exigido se concluya la investigación fiscal en su contra sobre el presunto origen irregular de los millones de dólares que le permitieron comprarse un caserón en Casuarinas, una imponente oficina en Surco y pagar sus deudas e hipotecas bancarias. Aquello que en su momento se bautizó como «escándalo Ecoteva» y que Toledo achaca a una «triología del mal» (sic), que opera en su contra.
Así, el exmandatario alega que el plazo legal para investigarlo —120 días— expiró y por tanto corresponde archivar lo actuado. Sin embargo, la valiente procuradora contra el lavado de activos Julia Príncipe ha salido a responder que él y su defensa están equivocados porque el plazo aludido, en todo caso, expiraría a fines de marzo.
¿Qué pretendió Toledo con este alegato atolondrado? ¿Quiso ganarle «el vivo» a sus detractores anunciando el fin de una acusación que políticamente lo perseguirá durante su campaña? Solo su afiebrada testa lo sabe. Empero, no deja de ser curioso cómo Toledo y Karp pretenden acogerse a una suerte de «prescripción» de la investigación, similar a la que en sus días —esta sí judicial— salvó a su archienemigo Alan García de rendir cuentas ante la justicia. ¡Cuánto juran ser distintos y cuánto se parecen!